Parques acuáticos
Aquasur (Aranjuez, Madrid)
Quizá los reconocereis de la que montaron en PW y PAM hace tiempo.
Podemos ver los toboganes y a vista de dron lo que queda del parque:
Una lástima, por pequeño y malo que fuera, por lo menos daba un servicio.Naran escribió:Ya mismo podremos añadir al Aquópolis de San Fernando.
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Esto ya no existe, ahora es un centro comercial enorme. jajajaja "la vida se abre camino"
ABC escribió: Juego «letal» en el antiguo parque acuático de Aranjuez: «No tenemos miedo»
Cerrado desde 2005, el viejo recinto se ha convertido en una peligrosa diversión para adolescentes, que no dudan en lanzarse sin control por sus toboganes
Un adolescente coge impulso para tirarse por la rampa más vertical
Asier, Sierra y Ñoño no tienen miedo a lanzarse por los toboganes más altos. Tampoco el resto de su cuadrilla, formada por una decena de quinceañeros que han llegado a Aranjuez en la red de Cercanías. La estación queda lejos, pero no es óbice si la adrenalina de adentrarse en lo desconocido les espera. «Venimos desde Orcasitas aprovechando que no tenemos clase», cuenta el más atrevido del grupo. Para alcanzar el antiguo parque acuático Aquasur, cerrado en 2005 y abandonado a su suerte desde entonces, han tenido que caminar cerca de una hora pegados a la carretera, sortear varias vallas y cruzar los dedos para no ser detectados antes de tiempo. Prueba conseguida. Una vez dentro, la presencia de tres jóvenes que sobrevuelan con drones recreativos la zona les pone en alerta. «¿Estáis grabando?». Con la negativa por respuesta, es hora de iniciar la «fiesta».
Diversión, desenfreno y una cuota angustiosa de temeridad. Al menos, a ojos de quienes les observan con el corazón en un puño. Mientras algunos adolescentes aguardan su turno en lo alto de la torre central para tirarse tobogán abajo, otros saltan de estructura en estructura sin miedo al empinado precipicio que subyace ante ellos. «Yo y otra chica ya habíamos venido una vez», relata Asier, encantado de haber descubierto el enclave para sus amigos. Abierto en 1986, Aquasur fue el primer parque acuático que albergó la región. Sus espectaculares rampas, jacuzzis, campo de minigolf y otras estancias pronto lo convirtieron en un referente del ocio estival con cerca de 60.000 visitantes por temporada. Pero el ocaso, a imagen y semejanza del recientemente clausurado Aquopolis de San Fernando, provocó su abandono progresivo hasta el cierre definitivo de puertas.
Construido a espaldas de un polígono industrial, a medio camino entre el pueblo de Aranjuez y la autovía de Andalucía (A-4), el parque es hoy un esqueleto vandalizado con alto riesgo de peligrosidad. En días festivos no resulta extraño el peregrinaje de jóvenes, desplazados hasta sus instalaciones. Algunos ni siquiera buscan disparar las revoluciones, tan solo compartir unas cervezas en un decorado más propio de Chernóbil que de la localidad más sureña que ostenta la región.
Vista general de los toboganes del antiguo Aquasur
Nada más atravesar el perímetro del recinto -con varias «aperturas» fácilmente sorteables-, los grafitis y destrozos se mezclan con las atracciones golpeadas por el inexorable paso del tiempo. «Estamos aquí para grabar unos vídeos y ya de paso romper un poco lo que queda», señala uno de los individuos que dirigen los drones.
El zumbido de los pequeños vehículos aéreos no tripulados despierta la curiosidad del resto de «usuarios», conscientes de que cualquier elemento extraño puede jugar en su contra. El sol golpea, tanto que el efecto rebote provocado por el plástico de los toboganes hace insoportable permanecer mucho tiempo sobre ellos. Además de los deslizaderos, el espacio mantiene el resto de compartimentos a medio derruir: los vestuarios, machacados por completo; los baños, con los cables de electricidad arrancados tras caer el falso techo; o la piscina para los más pequeños, cubierta por la vegetación y con gran parte del gresite desprendido. Una torreta de madera, desnuda de tablones en varios de sus tramos, completa el mapa «recreativo» de un parque acuático donde el agua dejó de fluir hace casi tres lustros.
Desde el Ayuntamiento de Aranjuez explican que la propiedad del antiguo Aquasur es privada, por lo que deben ser los dueños los que denuncien la situación. «La Policía no puede controlar las 24 horas los accesos. Otra cuestión es que los pillen in fraganti o los agentes sean advertidos de que hay gente dentro y acudan hasta el lugar», apuntan. El parque, perteneciente al empresario que fundó el grupo Rasche -una empresa dedicada al sector del automóvil con bases en Aranjuez, Pinto y Parla-, dejó de explotarse por el auge de otras superficies como el Aquopolis de Villanueva de la Cañada, abierto en 1987 e impulsado como «el más grande de Europa» gracias a una basta extensión de 15 hectáreas.
La vieja piscina para los más pequeños, completamente destrozada
Este parque, junto al Warner Beach -en funcionamiento desde 2014, junto al Parque Warner- son los dos únicos activos en toda la Comunidad de Madrid. El reciente cierre del Aquopolis de San Fernando, que será desmantelado para dejar paso a una gran zona verde abierta a todos los ciudadanos, pone de manifiesto el declive de este tipo de espacios que no han sabido hacer frente a la progresiva bajada de usuarios.
En 1994, el agua dejó de correr por el parque acuático de Leganés, Lagosur, sepultado tras la ampliación del centro comercial Parquesur. Los 75.000 metros cuadrados, ocupados por dos piscinas, con toboganes y ríos artificiales, dejaron paso a nuevas plazas de aparcamiento para satisfacer la creciente demanda de los clientes.
Cartel del parque pintarrajeado
En Aranjuez, sin embargo, la situación es radicalmente opuesta. Alejado de cualquier núcleo poblacional, el viejo Aquasur emerge a un lado de la carretera M-305, en una zona de nulo tránsito turístico. Las mesas del meredendero continúan dispuestas en filas y hasta el cartel con el plano del recinto y las «normas de utilización» se mantiene erguido pese a las engorrosas pintadas que lo decoran. Además del evidente riesgo de caídas, el suelo más próximo a las dos piscinas presenta una serie de agujeros en los que cuesta poco meter la pierna.
Un conjunto de «trampas» que no infunden temor entre los grupos de menores que campan por el parque a sus anchas. «No tenemos miedo», advierten, mientras suben y bajan por los toboganes como si de una carrera contrarreloj se tratara. Su último «chapuzón» deja entrever un problema de difícil solución: «Si no quieren que vengamos, tendrán que tirarlo».
ABC escribió: El propietario del antiguo parque acuático de Aranjuez: «Voy a desmantelar los toboganes»
La decisión llega días después de que ABC denunciara que grupos de jóvenes se cuelan en el extinto Aquasur para lanzarse sin control por sus atracciones
Un grupo de jóvenes, hace unos días, en los toboganes del viejo Aquasur
El propietario del viejo parque acuático de Aranjuez, Fernando Rasche, desmantelará el conjunto de atracciones, en desuso desde que cerrara el recinto en 2005 y convertidas en un peligroso juego para los grupos de jóvenes que acuden para lanzarse sin control por sus rampas o vandalizar las maltrechas estructuras que aún permanecen en pie. En conversación telefónica con este periódico, el dueño del grupo Rasche (empresa dedicada al sector del automóvil con bases en Aranjuez, Pinto y Parla) ha mostrado su preocupación por unos hechos que, días atrás, ABC denunció en exclusiva: «No quiero que allí dentro ocurra una desgracia».
Cercado por una valla que rodea todo el perímetro, Rasche advierte de que los agujeros por donde se cuelan los «bañistas» han sido cerrados una y otra vez. «Pero los vuelven a romper», asegura. Por ello, la primera medida adoptada antes de que se lleve a cabo la demolición ha sido la contratación de un guardia de seguridad: «En su día, ya hubo profesionales que realizaban esta labor». Según precisa, el espacio ya cuenta con esta nueva vigilancia. Para un mayor control, el titular habría contactado con la alcaldesa de la localidad, Cristina Moreno (PSOE), para que la Policía Local refuerce su presencia en la zona ante la previsible llegada de intrusos.
«Hemos pillado in fraganti a bastantes personas y han sido denunciadas», prosigue Rasche, consciente de que el peligro ha aumentado en los últimos dos años: «El parque no está abandonado, es un recinto privado en el que se ha metido gente a destrozarlo». Levantado a espaldas de un polígono industrial, ubicado en la carretera M-305, que conecta el pueblo de Aranjuez con la autovía de Andalucía (A-4), el antiguo Aquasur cerró sus puertas tras la pérdida progresiva de usuarios y el auge de otros parques más modernos como el Aquopolis de Villanueva de la Cañada.
Desde entonces, las piscinas, toboganes, el campo de minigolf y otras estancias como los vestuarios o la torre de control han quedado varadas en una especie de «cementerio» acuático con evidentes problemas de seguridad. Pese al peligro, son muchas las personas que peregrinan cada año para lanzarse por sus deslizaderos o, simplemente, tomar unas cervezas en un decadente escenario bañado por su apariencia enigmática. «Es una propiedad privada en la que nadie ajeno a ella tiene permiso para entrar», recuerda su dueño.
Inaugurado en 1986, Aquasur fue el primer parque acuático que albergó la región. Una nueva forma de ocio que pronto se convirtió en un referente del veraneo madrileño con cerca de 60.000 visitantes por temporada. Pero la aparición de otras superficies similares, unida a su mala ubicación, provocó su aislamiento progresivo hasta la clausura definitiva.
«Efecto llamada»
Para alcanzar la altura más elevada, los adolescentes deben subir por los propios toboganes, deteriorados con el paso del tiempo y sin ningún tipo de mantenimiento. Una vez arriba, descienden a gran velocidad ajenos al precipicio que subyace ante ellos. La temeridad es tal, que tampoco dudan en cruzar de atracción en atracción por zonas totalmente inseguras.
Tras la publicación de ABC, replicada después por varios medios televisivos, el temor a que pueda producirse un «efecto llamada» ha llevado a su propietario a tomar la determinación de desmontar los restos del parque. «El próximo martes acudirá una empresa a valorar el proyecto de desmantelamiento», incide Rasche, con la seguridad de sepultar un enclave donde el agua dejó de correr hace casi tres lustros.